sábado, 29 de diciembre de 2012

Lucky Luciano en La Habana


Mucho se ha hablado y escrito  a lo largo de los años el nexo estrecho que existía entre  la isla de Cuba y el crimen organizado de Estados Unidos  antes del año 1959. El Hotel Capri y el Hotel Habana Riviera eran tan solo el  punto de partida de toda una cadena hotelera a lo largo del litoral habanero, que gracias a sus casinos pretendía convertir a  La Habana en la capital tropical del juego en todo el mundo.
Hasta enero de 1959 la mayoría de los grandes casinos en La Habana eran controlados por figuras tan prominentes dentro del hampa norteamericana como Meyer Lansky y Santos Traficante, de eso también se ha hablado  alguna que otra vez, pero menos se ha comentado sobre la residencia temporal que tuvo en Cuba uno de los  personajes más notorios dentro de la historia de la mafia universal. Salvatore Lucania. Ese nombre quizás no le va a decir mucho pero si le digo Lucky Luciano seguro que ya sabe de que legendaria figura estamos hablando. De por qué vino a parar a la isla el hombre al que se le considera hoy por hoy el padre del crimen organizado y hasta cuando duró su estancia estaremos hablando en el presente artículo.
Empecemos exponiendo de alguna manera, para si existe alguien todavía que no lo conozca, las características  del personaje que nos ocupa.
Lucky Luciano, era un siciliano que emigró a Estados Unidos en 1907 a la edad de 10 años y ya a los 15 tenía su propia banda criminal. Rápidamente comienza a escalar posiciones en el ámbito gansteril neoyorquino gracias a sus negocios con el alcohol, la prostitución , el control del juego y el tráfico de heroína, siendo uno de los precursores de este último negocio. En los inicios del década del 30 funda la llamada Comisión, una especie de Corte Suprema de la mafia americana donde se ponían en sintonía los esfuerzos de las principales familias criminales de Estados Unidos. Ese fue su principal aporte a la causa del crimen organizado.
En 1936 es encarcelado y aunque desde la cárcel seguía manejando sus productivos negocios, entra en acuerdo con el gobierno estadounidense al solicitarle éste, su ayuda para lograr el desembarco de las tropas aliada por Sicilia durante la segunda guerra mundial. Como resultado del acuerdo es liberado pero deportado a Italia. Un viejo refrán dice que “ Ojo del amo engorda al caballo” y quizás Luciano lo comprobó en carne propia pues se dio cuenta que estaba demasiado lejos como para poder alimentar bien sus negocios; que a pesar de los esfuerzos de sus lugartenientes en Norteamérica no estaban dando los  dividendos que él esperaba. El gobierno americano lo quería en Italia pero él trataría de al menos ubicarse un poco más cerca de Estados Unidos.
A  finales de septiembre de 1946 se instalaría en La Habana. Fue en el Hotel Nacional de Cuba donde inicialmente vivió Lucky y desde donde comenzó a mover los hilos de sus negocios en Norteamérica y hasta los que ya tenía en Cuba desde hacia más de 10 años. Sí, porque su primer vinculo con la Habana databan de 1933 cuando por intermedio de  Meyer Lansky, uno de sus hombres de mayor confianza , logró que Fulgencio Batista lo autorizara a operar el negocio del juego de azar en la capital cubana. De ese acuerdo nació el gran casino que existía en el Hotel Nacional de Cuba  y otras casas de juego en la ciudad. Contaba en sus memorias Luciano que gracias a esa concesión Batista, el hombre fuerte de Cuba por la época, se embolsillaba tres millones de dollares.
Tan seguro se sentía en su estancia en La Habana que hasta llegó a efectuar una cumbre de capos mafiosos en el Hotel Nacional de Cuba  entre el 22 y el 26 de diciembre del 46 para lo cual cerró las instalaciones del que ya para ese entonces se le consideraba el principal hotel de Cuba, para que nadie pudiera saber sobre lo que ocurriría tras sus fachadas.
Las memorias de Lucky Luciano están publicadas y en ellas cuenta que se instaló después en una casa de la calle 30 en el reparto Miramar . Su pasaporte con visa expedida en Roma por el consulado cubano, llevaba su nombre de nacimiento, aquel que le mencioné al principio, Salvatore Lucania . Pronto sus vínculos con el juego lo hicieron relacionarse con algunos destacados personajes de la sociedad cubana que asiduamente concurrían a los lujosos casinos de la Habana. Uno de ellos es mencionado en sus memorias , Indalecio Pertierra. Pertierra, era el dueño del prestigioso cabaret Monmatre y, según Luciano, además de congresista era un consumado jugador. Como mismo intimó con Pertierra seguramente hizo lo mismo con otros muchos que sabiendo o no la verdadera identidad de Lucky, se sintieron  atraídos por aquel italiano de tanto dinero para gastar , como ocurrió por ejemplo con Paco Prío , quien era de sus mejores soportes dentro de la sociedad cubana por ser el hermano de Carlos Prío , por ese entonces Primer ministro y futuro presidente de la república.
La estancia en La Habana de Luciano pudiera haber sido mayor de lo que realmente fue, pero cometió un grave error . El hombre conoció a una bella joven estadounidense que al parecer lo deslumbró de tal manera, que comenzó a hacerse ver continuamente en los lugares más elegantes de la por aquellos tiempos intensa vida nocturna de la ciudad, y hasta fue fotografiado en alguna que otra oportunidad. Una noche fue reconocido mientras salía del cabaret San Souci, por un reportero norteamericano que trabajaba para un periódico farandulero de la época llamado Habana Post. El periodista se llamaba Henry Wallace y a pesar de que Luciano le aseguró que se estaba equivocando de persona la suerte del Capo de Capos estaba echada.
Al poco tiempo llegaba la petición al gobierno cubano de parte del departamento de narcóticos norteamericano de que se debía expulsar de la isla al jefe mafioso. Al principio los amigos cubanos de Lucky lograron influir  para que el presidente Grau respondiera esquivamente a la solicitud de Estados Unidos pero los norteamericanos insistieron.
Por el lado de Luciano también trataron de mover influencias importantes cuando Meyer lansky viajó hasta Miami para pedirle ayuda a Batista, que por ese tiempo vivía autoexiliado en esa ciudad. Batista le brindó tranquilidad a Lansky y se ofreció para en el peor de los casos se fuera Luciano hacia Venezuela, donde podía hospedarse en el mejor hotel de Caracas que era de su propiedad.
Ante la pasividad del gobierno cubano la oficina antinarcóticos norteamericana llegó al clímax de la presión cuando anunció oficialmente que si no se expulsaba a Luciano, se suspendería la exportación de medicamentos hacia la isla. Cuba era muy dependiente desde el punto de vista farmacéutico y ante ese chantaje norteamericano había que obligatoriamente ceder. Asi y todo hubo quien propuso la descabellada idea, de que en respuesta Cuba amenazara con cortar los suministros de azúcar a Estados Unidos. Se decidió por parte del gobierno de Grau que no era para tanto la cosa y  el 23 de febrero de 1947 era conducido Luciano por agentes de la policía secreta hasta el campamento para inmigrantes de  Triscornia en Casablanca, un lugar rodeado de pantanos que nunca se le borraría de la mente a Lucky Luciano.
El 28 de febrero el presidente Grau firmó un decreto que disponía su expulsión,  pero un abogado cubano interpuso un recurso de habeas corpus, fundamentando que la privación de libertad del mafioso no obedecía a la sentencia de un juez o de un tribunal. Entonces la Sala Quinta de la Audiencia de La Habana expidió un mandamiento que fijaba la presentación del detenido el 3 de marzo de 1947. El plazo venció,  la sala reiteró su orden un par de veces más, sin resultados,  hasta que el 5 de marzo desistió de su propósito por falta de acatamiento y obediencia del ministro de Gobernación Alfredo Pequeño, sobre cuya autoridad no tenía jurisdicción.
Pequeño alegó que no procedía la presentación de Luciano porque su situación era la de un internado legal y no la de un ciudadano privado ilegalmente de libertad. Según la ley, la autoridad no podía discutir siquiera el acatamiento de un  habeas corpus. Se estimó, por tanto que la conducta de pequeño obedeció a las fuertes presiones que ejercían los socios cubanos de Luciano, interesados en que Luciano no hablara. Podía hacer público las actividades que compartían. El 17 de marzo del 47 la Sala de lo Criminal del Tribunal Supremo decidió incoar causa por delito contra los derechos individuales, cuyos infractores eran el Ministro de Gobernación y la Sala Quinta de la Audiencia.
Al menos le fue permitido a Luciano comprar un pasaje para  viajar a Italia instalado en un camarote de lujo de un barco turco que se encontraba en la bahía habanera. Partiría definitivamente  el 29 de marzo de 1947.

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